martes, 15 de abril de 2014

Rescatadas por la Educación

Una de las 26 escuelas que la ONG Trampled Rose ha abierto en Etiopía. / ANA PALACIOS

Texto de Ana Palacios para El País

“Cinco mil niñas no se van a prostituir. Cinco mil niñas no van a servir en casas de países árabes. Cinco mil niñas no van trabajar como peones de carga”. Así es como la estadounidense Becky Kiser, fundadora de la ONG Trampled Rose, resumía emocionada sus 10 años de lucha por los derechos de la mujer en Etiopía. La organización, que comenzó su andadura atendiendo a mujeres con fístula obstétrica y ahora, que ya está casi erradicada, invierte toda su energía en la prevención, fundamentalmente con la escolarización de las niñas. “Cuantas más niñas consigamos que vayan a la escuela más mejorarán sus vidas y la situación del país”, dice Becky.

Durante estos años de trabajo exhaustivo, ha conseguido escolarizar a 5.294 niñas de las zonas rurales del centro de Etiopía (North Showa) en 26 colegios de la zona. Cada una de las niñas ha sido seleccionada por su dramática situación personal. Rescatadas de una muerte en vida y elegidas para dejar de “sobrevivir” y empezar a “vivir”.

Birtuken Ajeba tiene 18 años y está en 9º grado (3º de la ESO). Va con retraso. Perdió dos años de colegio porque no podía pagar los 250 Birr (unos 10 euros) que cuesta el uniforme obligatorio. Birtuken tuvo que trabajar siete días a la semana durante dos años de peón en la construcción de carreteras para poder ahorrar ese dinero y comprarse uno. Ahora recibe ayuda de Trampled Rose, tiene un flamante uniforme, libros y atención médica si la necesita. También le han alquilado una habitación en el pueblo de Abdisa Aga, cerca del colegio, y así no tiene que caminar durante horas para llegar a clase.

“Cuando sea mayor quiero ser médica y ayudar a muchas niñas a que no tengan que trabajar para estudiar, como usted”, le decía Birtuken a Becky con la voz rota por la emoción. Ahora puede dedicar todo su tiempo a estudiar, incluso a ser adolescente si le apetece, y a tratar de olvidar que tuvo que ser adulta durante su niñez.

Las distancias entre los 17 colegios que visité, salpicados por las montañas de North Showa, conociendo a las niñas de Trampled Rose, son cortas (unos 100 km en cada traslado). Sin embargo, los caminos laberínticos sin asfaltar ni señalizar, en espiral, a casi 3.000 metros de altitud, los miles de baches, el polvo y las dos cajas de Biodramina que consumí en tres semanas, me hicieron sentir que estaba embarcada en la expedición de la circunnavegación fenicia de África relatada por Herodoto, por lo menos.

La educación en general y, en particular, la educación de las niñas, es una clave fundamental para la reducción de la pobreza. Educarlas multiplica sus posibilidades para obtener un empleo e ingresos en lugar de trabajar solo en la casa, tener mejor salud evitando enfermedades contagiosas, etc. Está demostrado que también tiene una gran incidencia en la salud de sus hijos y fomenta el crecimiento demográfico sostenible. De hecho, el número de hijos de las mujeres con educación secundaria en África Subsahariana es la mitad (tres niños) que el de las mujeres sin ninguna educación (seis niños).

“Casi 800 mujeres mueren todos los días por causas que hubieran podido evitarse con la prevención, relacionadas con el embarazo y el parto. Si todas las mujeres terminaran el ciclo de la enseñanza primaria, la mortalidad materna disminuiría en un 66%, salvándose así 189.000 vidas por año”, según el último informe publicado por Naciones Unidas sobre la “Educación para todos”.

En 2006, el Gobierno de Etiopía revisó la ley de la familia y se estableció como edad mínima para contraer matrimonio los 18 años. Esto facilitó la labor de esta ONG en la escolarización de las niñas ayudando a garantizar el cumplimiento de esta ley evitando el matrimonio precoz y los partos prematuros que derivan frecuentemente en tragedias como la fístula obstétrica o la muerte del niño e incluso de la madre.

“Estas niñas de familias tan pobres, si no fueran al colegio, estarían prostituyéndose o sirviendo en Sudáfrica o Arabia Saudí o trabajando en sus granjas”, apunta Getu Mengistu, jefe de recursos externos y monitorización de fondos del Departamento de Educación en el estado de Oromía.

Penzeb Habtamy, que vive en la remota localidad de Dera, es la alumna más brillante de Bitotsa School, nos cuenta: “Duermo tres horas al día, el resto del día estoy estudiando o en clase. No podía ir a la escuela porque tenía que trabajar con mi padre en el campo. Cuando Trampled Rose me encontró, no tenía esperanza. Ahora no tengo que preocuparme de encontrar comida, puedo estudiar. Siento que he vuelto a nacer”.

Penzeb será la primera estudiante de estas cinco mil niñas en ir a la universidad. Ya tiene garantizado el acceso y estudiará medicina. Gracias a Trampled Rose, algunas niñas de Etiopía pueden cambiar su mirada de profunda tristeza a una de ilusión.

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martes, 8 de abril de 2014

“Da igual de dónde vengas, puedes competir con los mejores”


Por María Lillo.-
Algunos dirán que tuvo suerte. Y sí, la tuvo. Una mano inocente sacó el papel que ponía su nombre entre los cientos de niños que aspiraban a entrar en el colegio San Joaquín, de la Fundación Astoreca, en la comuna de Renca, próxima a Santiago de Chile. Ese fue el momento que marcó la diferencia en la vida de Daniela Rebolledo, que por aquel entonces contaba cinco años. Todo lo que vino después —delegada de clase, jugadora del equipo nacional de balonmano y licenciada en Ingeniería Civil Industrial— fue mérito suyo.
Pero todo esto puede parecer menos si no se tiene en cuenta el contexto en el que creció. “Mi mamá biológica se quedó embarazada con 14 años. Era imposible que me criara, así que me dejó con mi mami [una tía abuela] que tenía 60 años y con mi tata, que murió cuando yo tenía dos años”. Se quedaron solas. Sin más recursos que una pensión de jubilación de 70.000 pesos al mes (unos 90 euros). “Mi mami vendía ensaladas por las casas del barrio para ir juntando monedas y cubrir así las necesidades básicas”, relata Rebolledo. Su amplia sonrisa choca frontalmente con el drama que relatan sus palabras. “Ella es así”, explica Ximena Torres, directora académica de la Fundación Astoreca y antigua profesora de “la Dani”, como la llama cariñosamente después de más de 20 años de relación. Y continúa: “Tiene esa facilidad para querer y ser querendona, de sonreír y ser siempre positiva”. “Ya pare, que me sonrojo y me pongo a llorar aquí mismo”, interrumpe la aludida. Ambas ríen. Se nota su complicidad. “Esta niñita es el espíritu del San Joaquín”, resume la responsable de que Rebolledo aprendiera a leer y a escribir.
“En los demás colegios de zonas con escasos recursos te enseñan a conformarte. Si uno salió pobre pues mira… es lo que hay. ¿Qué va a hacer un joven que crece con esa mentalidad cuando salga del colegio? Obviamente no tiene nada que hacer contra los alumnos de centros privados que ya se saben buenos. En el San Joaquín te enseñan que tú también vales. Qué tú, independientemente de dónde vengas, puedes competir con los mejores”. Su discurso va subiendo en intensidad conforme habla. “Hice amigos en la universidad que vivían en una casa de tres pisos, con ascensor, en un barrio superlujoso, pero al final eso daba igual. Todos nos quemamos las cejas con el mismo libro. Y ahora optamos a los mismos trabajos”.
“Para mí, la educación no es un objetivo, es una herramienta. Una llave que abre puertas”, opina. “Mi sueño era ser ingeniera”. Y hoy, a sus 24 años, se ha convertido en la primera becada por la Fundación Agbar en graduarse. “Sin ese dinero no habría podido estudiar. La universidad es muy cara en Chile. Doy gracias por no estar ligada a ninguna casa comercial. Mi sueldo es para mí”, afirma con orgullo. Rebolledo empezó a trabajar en Aguas Andinas —filial de la empresa Agbar en Chile— a principios de este año, 20 días antes de graduarse. “Estoy haciendo lo que me gusta. Lo que he elegido”, dice. “Pero otros niños de mi barrio no tuvieron esa oportunidad. Y eso tiene que cambiar. Tenemos que construir más centros como los de Astoreca que apuesten por una educación de calidad para todos. No solo para los ricos”.
 Información en www.elpais.com
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/07/actualidad/1396895900_516368.html

Mercal embarcó a 550 familias de Catia


Voceras de la Comuna en Construcción de Los Magallanes de Catia piden al Ministro de Alimentación, Félix Osorio, que le meta la lupa a la Oficina de Gestión Socialista, que incumplió en la jornada de ventas de productos Mercal planificada hace dos meses para este lunes y no avisó con tiempo que no asistirían al sector.

Dricelis Lira y Diana Lopera, voceras de la primera Comuna en Construcción de Los Magallanes de Catia denuncian que no pudieron ofrecerle este lunes a la comunidad un operativo de venta de alimentos Mercal por embarque de la dicha oficina.
 
Dijeron que tenían dos meses en la organización de ventas de cuatro bodegas de Mercal en la calle El Lago, solicitaron los permisos para el cierre de la vía, este lunes esperaron desde las 5 de la mañana y a las 10 supieron que no llegarían los camiones porque llamaron a los funcionarios de la oficina respectiva del Ministerio de Alimentación.
 
Nos sentimos burlados por la Oficina, no se dignaron a llamarnos, pedimos al ministro que investigue esta situación, primero dijeron que los camiones estaban accidentados, más tarde nos dijeron que los arreglaron y los mandaron a otro sector. La gente estaba molesta y nosotros demostramos el liderazgo al explicarles lo ocurrido, ellos mismos nos pidieron que levantáramos un acta para hacer el reclamo respectivo y ya lo hicimos ante el Despacho de Vicepresidencia de Mercal”, dijo Lira.
 
Diana Lopera exhorta al ministro que revise lo ocurrido, pues, al no “llevar los alimentos se jugó con las necesidades de la población y se saboteo el trabajó de la Primera Comuna en Construcción de Los Magallanes de Catia, se pudo haber formado una sampablera por el embarque, pero los vecinos nos entendieron. Esperamos que el Ministerio de Alimentación nos de respuesta y nos envié las bodegas porque con la comida del pueblo no se juega”.
 
Señalaron que el único que cumplió fue el camión de Lácteos los Andes “ y se vendió todo, unas 350 personas compraron leche condensada, leche y jugos”.